En este breve texto, atendiendo la convocatoria lanzada por el Faro Educativo de la Universidad Iberoamericana, expongo mi caso personal como profesor de tiempo completo de la misma casa de estudios, en donde imparto clases a nivel licenciatura y maestría en el área de Economía.
Lo malo
A pesar de lo maravilloso de la tecnología y de que la mayoría de mis alumnos tienen a su alcance todo lo necesario para tomar clases en línea (buena conexión a internet, computadora, tabletas y privacidad en su casa), una sesión virtual no es lo mismo que una presencial. En el día a día, lo anterior trajo varios retos. El primero fue cómo captar la atención de los alumnos y cómo saber si están entendiendo cuando no les puedes ver la cara en todo momento ni su expresión corporal. Mi respuesta a esta situación fue asegurarme de que en la misma sesión tuviéramos diferentes actividades (presentación de material por parte mía, solución de ejercicios, mini presentaciones de alumnos) e incentivar la participación de manera mucho más intensa de lo que solía hacerlo en el salón de clases. De manera específica, preguntaba a un alumno determinado (escogido de manera aleatoria de la lista) si tenía dudas o le pedía un comentario sobre la clase, tratando así de obligar a todos a poner atención. Creo que funcionó, o al menos logré que no me dejaran la pantalla congelada y se alejaran de la computadora.
El segundo reto surgió en las sesiones de discusión (en el curso de Finanzas Públicas una actividad importante es discutir artículos académicos o temas de actualidad con base en los temas aprendidos). Después de las primeras sesiones, pude observar como la participación fue cayendo. De acuerdo con los mismos alumnos, la razón de lo anterior se debía a que no se oía bien, era difícil apagar y prender el micrófono y/o no se sentían cómodos hablando a una computadora. Mi solución fue presionarlos más para que participaran, pero fue claro que a pesar de mis esfuerzos la actividad que más les gustaba hacer ya no fue tan divertida como antes.
Otro reto fue la elaboración e implementación de los exámenes. ¿Cómo hacer para que los alumnos no copien? ¿Cómo definir la dificultad de los exámenes en un ambiente de estrés provocado por la pandemia? La decisión que tomé fue hacer diferentes tipos de examen (mayor trabajo para mí) con el fin de dificultarles el copiar y aumentar el número de preguntas de interpretación y de análisis y disminuir los ejercicios matemáticos en los que sólo hay una respuesta correcta y muchas veces un solo procedimiento. No sé si logré el cometido (la calificación promedio no fue más alta de lo que normalmente es, pero la dispersión de calificaciones sí fue menor) pero es claro que no se puede tener la misma estrategia que en una clase presencial. El hacer más de dos diferentes tipos de exámenes y que no sean de opción múltiple es un reto en sí mismo, dado el objetivo de que todos los exámenes deben ser de la misma dificultad. Nada sencillo.
Lo bueno
El encierro también trajo consigo cosas buenas, que, sin duda, aprovecharé en el futuro. La primera es mi mejor uso de la tecnología. El estar en casa me obligó a conocer y aprovechar de mucho mayor forma la plataforma tecnológica que tenemos a disposición en la universidad. Descubrí elementos útiles para comunicarme con los alumnos y para hacer más fáciles mis labores de profesor que siempre estuvieron ahí y no los usaba.
La segunda es que, por motivos varios, que no vale la pena mencionar, muchos de mis libros y notas se quedaron en mi oficina, lo cual me hizo buscar nuevo material en la red, en obras digitales de la biblioteca y en libros que tenía olvidados en mi casa. Pero gracias a lo anterior, ahora no sólo tengo nuevo material, sino que también me encontré con nuevas formas de explicar conceptos, con nuevos ejemplos de aplicaciones de la teoría y nuevos temas que considero vale la pena enseñar.
Una tercera cosa buena que me sucedió es que por fin y, después de varios intentos, me acostumbré a leer y corregir archivos electrónicos. El no tener impresora y no poder exigir a mis alumnos entregar sus ensayos y tareas impresas, junto con una nueva tecnología para realizar este tipo de trabajo, lograron que le haya agarrado el gusto a leer en este tipo de archivos. Voy a ahorrar mucho papel y tinta a partir de ahora.
El futuro
Al igual que para muchos otros profesores, mi aterrizaje en el mundo de las clases en línea fue sin previo aviso y a la mitad del semestre. No hubo tiempo para preparar un curso a distancia. Pero si tengo que volver a dar clases en línea, lo cual muy probablemente sea el caso, sin duda modificaré mis cursos. ¿Qué tipo de material didáctico es el más apropiado? ¿Qué más me puede ofrecer la tecnología que no conozco? ¿Cuál debe ser la forma de evaluar? El apoyo de las autoridades universitarias a través de cursos de capacitación y la colaboración con mis colegas serán parte esencial en la búsqueda de las respuestas a estas y otras preguntas. La nueva normalidad no va a ser la vieja normalidad y el adaptarnos a ella debe ser parte de una educación de excelencia.