Ante las adversidades que se han vivido en todo nuestro territorio nacional por la pandemia debida al covid-19, queda un desasosiego tremendo en el cuerpo y en el alma, al escuchar a diario noticias en donde se habla del impacto de esta pandemia no sólo a nivel mundial, sino también a nivel nacional, con el número constante y creciente de fallecimientos diarios que se dan a conocer por las tardes en la reunión nacional informativa. Dada esta realidad nacional imposible de evadir, hay una local: los fallecimientos de vecinos, de amigos y de familiares que ocasionan dolor y tristeza.
En medio de todas esas noticias pésimas, hay una invasión constante de trabajo a montones por parte de algunos docentes que habían pensado no en adecuaciones curriculares, sino en continuar tácitamente con los contenidos marcados por los programas, que resultaban carentes de significación para algunos estudiantes.
Un virus había movido todos los sectores componentes de la sociedad, uno de los principales es el educativo. A partir de ello, decidí recurrir a diez estudiantes de bachillerato para saber cómo ha sido su experiencia con el trabajo de sus profesores a lo largo de la pandemia. En esta reflexión recojo las respuestas que me dieron a la pregunta: ¿cómo te has sentido con las actividades on-line que los maestros han creado para los estudiantes? A continuación, hago una breve síntesis de lo que ellos y ellas me compartieron y los divido en tres grupos.
En primer lugar, se encuentran todos aquellos estudiantes que señalaron haberse estresado y resolvieron las tareas de modo compulsivo, tomaron las clases en los principales sitios de videoconferencias como Zoom, Google meet y otras plataformas, en donde realizaron todas las actividades sin poner resistencia a ninguna, pasando a segundo plano el dolor y el miedo. Ellos y ellas enviaron en tiempo y forma sus actividades y tareas a los sitios en donde los docentes las habían requerido para revisión.
“Me llegué a sentir muy estresada y cansada, en mi caso yo no tuve clases en línea, [Los maestros] nos mandaban los trabajos y nos mandaba las fechas de entrega y cuando acababa una parte, me llegaban más trabajos de otras materias y me quedaba en las noches haciendo mis actividades.”
(Karen R, estudiante de 16 años del cuarto semestre de bachillerato).
El testimonio de Karen R. nos hace reflexionar sobre los estudiantes que entregan sus actividades en tiempo y forma, porque temen a los resultados en las evaluaciones, situación que implicó estrés, cansancio y angustia. Con la elaboración y cumplimiento de las tareas también estaba la duda acerca del aprendizaje en las asignaturas, lo peor es que ni siquiera los docentes sabemos si ellos han logrado ese objetivo.
“Las actividades de la mayoría de los profesores son buenas, sin embargo, en lo personal no siento que esté aprendiendo lo suficiente como lo haría en clases presenciales. En mi caso, estoy alrededor de siete horas en la computadora y eso se me hace un abuso, ya que no todos tenemos los mismos recursos para poder estar conectados todo ese tiempo y a la mayoría de los profesores no les importa eso, ya que ellos dejan sus trabajos y no tienen consideraciones.”
(Lisset V., estudiante de 15 años de segundo semestre de bachillerato)
El testimonio de Lisset da cuenta del abuso en el uso de plataformas como Classroom, a las que muchos profesores recurrieron para trabajar en línea, lo cual ha generado que los adolescentes permanezcan largas jornadas frente a la computadora y muchos de ellos terminan muy cansados y con la sospecha de que no han aprendido como si estuvieran en clases presenciales. Cuando esta estudiante menciona que los maestros abusan es porque dejan actividades de manera continua, para resolver en un tiempo determinado y si se retrasan, la plataforma anuncia que es un “trabajo fuera de tiempo”, lo cual resulta estresante para los estudiantes y poco motivador hacia el trabajo on-line.
En segundo lugar, ubico los testimonios de aquellos estudiantes que han cumplido sólo con algunas actividades, ya sea porque no entendían lo que tenían que hacer, porque no tenían interés por hacerlas o porque las consideraban aburridas. En este grupo, están los estudiantes enviaron sus tareas, pero esporádicamente. En algunas cosas, lo que encontré es que no tenían el modo virtual para enviarlas, ya sea por falta de dispositivos para hacerlo, por falta de servicio de conexión a internet o por un desinterés generalizado en este tipo de modos digitales de aprendizaje.
A Yoseline L. de 17 años, estudiante del sexto semestre del bachillerato le pregunté: ¿Cómo te has sentido con los cambios en tu vida escolar debido a la pandemia por COVID-19?, a lo cual ella respondió: “Uy no aquí ni se diga, todo estaba surgiendo súper bien en las clases presenciales, estaba cumpliendo con la mayoría de las actividades y ahora no.”
A partir de sus testimonios encuentro que las razones por las que algunos estudiantes no se han desempeñado como lo hacían en las clases presenciales obedece también a la falta de comprensión tanto de las actividades, como de los contenidos que los docentes intentan enseñar a distancia, lo cual hizo que los jóvenes perdieran el interés. Además, algunos de los estudiantes que entrevisté mencionaron la importancia que tienen los compañeros de la clase porque si a veces alguno no entendía un tema, entonces podía recurrir a otros quienes explicaban los contenidos en su propio lenguaje y así lograba comprender.
En tercer lugar, estarían los estudiantes que no hicieron ninguna de las actividades propuestas por los docentes y además perdieron contacto con los docentes y, por tanto, con las actividades escolares. Este es el caso de jóvenes de bajos recursos, cuya comunicación con sus docentes era casi escasa o nula, y cuya prioridad era apoyar en la casa cuidando a sus hermanos menores:
“[…] no estamos aprendiendo nada, daré un breve ejemplo, en la materia de matemáticas; deja bastante y no logro comprenderlo del todo […¡, seré honesto… la escuela no lo es todo, en casa también debemos ayudar con algunas cosas.”
(Luis A. de 15 años, estudiante del segundo semestre de bachillerato).
También ubiqué a estudiantes que no hacían con las actividades escolares porque la situación vivida les causó pereza, desgano y desinterés. Algunos de ellos simplemente, dejaron las actividades escolares y prefirieron salir fuera de casa, corriendo riesgos de contagio por no tomar las debidas precauciones -en este punto es importante señalar que sus padres salían a trabajar y perdían control sobre sus hijos-. Sin embargo, entrevisté también a algunos docentes, quienes me comentaron que estos estudiantes que no cumplieron con las actividades, tenían esa misma actitud en las clases presenciales, antes de la contingencia.
En este último sentido, es necesario realizar una revisión acerca de las condiciones de producción de actividades de trabajo que los profesores comparten con los estudiantes porque hay tensiones muy profundas que nos dejan pensando que se ha realizado mucho trabajo en la casa, y pese a ello, no ha habido aprendizajes. Es claro que a los jóvenes les queda un amargo sabor de boca al suponer que, a pesar sus esfuerzos, no perciben un aprendizaje como sí lo tenían en las aulas en las clases regulares.
A partir de esta breve reflexión, quiero concluir señalando que es necesario considerar las voces de nuestros jóvenes para este regreso a clases, porque no valdría la pena que nuevamente el docente accione y actúe hegemónicamente sobre los cursos remediales y de nivelación. Sin duda, hace falta un auténtico diálogo con los estudiantes. Para ello propongo la aplicación de un cuestionario censal que posibilite la valoración de las actividades de aprendizaje, la manera en la que ellos dieron respuesta a las actividades diseñadas por los profesores, el desempeño de estos últimos y propuestas de trabajo on-line. Sólo así podremos conocer las situaciones y condiciones de los estudiantes, para que el colectivo docente pueda realizar un plan de trabajo en donde estén incluidos todos desde su singularidad y circunstancias.