Amplificando Voces

Análisis del trabajo en línea de adolescentes de una secundaria marginada

“La estrategia resultó una utopía llena de buenas intenciones”. Así resume un profesor de educación secundaria su experiencia con la enseñanza a distancia, en el municipio de Tecomán, Colima. La pobreza y otras dificultades sociales fueron obstáculos difíciles de esquivar. No obstante, lo vivido permitió también identificar logros y lecciones importantes para el quehacer educativo.

Comienza la conversación

El texto forma parte del libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima, coordinado por Juan Carlos Yáñez y Rogelio Javier Alonso (2020), publicado por Puertabierta Editores y el gobierno del estado de Colima. Se reproduce para el Faro Educativo del INIDE y el sitio del Morral de la Red de Mujeres Unidas por la Educación con el permiso del autor, los coordinadores del libro y los editores.

José Onofre Castillo Cruz

Por más que nos parezca sorprendente, la educación a distancia siempre ha existido. Se dice que su precursor fue Saulo de Tarso, mejor conocido como el apóstol San Pablo, quien, mediante sus Epístolas, evangelizó a muchos pueblos alrededor del Mar Mediterráneo. Radio Educación y la misma telesecundaria (creada en 1968) son muestras de esta modalidad de trabajo en nuestro país.

Este capítulo parte de mi propia experiencia como docente de secundaria, en la asignatura de Historia. Los comentarios que aporto son producto de mis reflexiones, aprendizajes y opiniones al trabajar en esta modalidad virtual. Laboro en una escuela secundaria general que lleva por nombre el de nuestro ilustre Gregorio Torres Quintero, en el turno vespertino. Dicho centro se localiza en el municipio de Tecomán. Para poder comprender mejor el contexto de la escuela, habría que repasar las circunstancias sociales, económicas y culturales de esta ciudad.

Tecomán es un municipio costero; el turismo de playa es una de las actividades económicas más redituables. Pero ahí no acaba la fuente de ingresos de sus habitantes: durante décadas la ciudad fue el polo agrícola de la entidad (junto con Armería), lo que le valió ser considerada como “La capital mundial del limón”, aunque una plaga acabó con ese calificativo. Además, el comercio y los servicios forman parte de las actividades económicas.

La naturaleza y la posición geográfica hacen de este municipio un cuerno de abundancia y uno de los lugres más ricos en cuanto a recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, Tecomán sufre el gran problema social del país: la desigualdad, inherente al devenir del pueblo mexicano. Y en este rincón del Estado, tan rico, podemos encontrar familias que pueden ser dueñas de una universidad, como personas con un alto nivel de pobreza o miseria. Para terminar de describir la situación social, se deben mencionar factores como la violencia, consumo de drogas, embarazos precoces, infecciones de VIH y la migración descontrolada desde el sureste de México, entre otros.

Pero lo que nos atañe es la educación. Del contexto antes descrito, sólo me basta agregar que gran parte del alumnado que llega a las aulas son adolescentes que laboran principalmente en el campo y en el sector turístico. Es decir, trabajan y tienen un cierto nivel de ingresos. Algunos tienen que aportar una cantidad determinada para la manutención de su familia y otros cuentan con el cien por ciento de sus ingresos para sus gastos.

Tuve la fortuna de fungir como docente en el turno matutino de este centro de trabajo por cinco años. Si comparamos las circunstancias de ambos centros de enseñanza, comprenderemos el contexto. Mientras que en el turno matutino los alumnos gozan de mejor nivel de vida, en el vespertino se hace evidente la desigualdad entre los alumnos en situaciones de pobreza, con altos niveles de ausentismo y deserción escolar, que provienen de familias monoparentales y, en muchos casos, disfuncionales.

Cuando comenzó el confinamiento a causa del COVID-19, no había un panorama claro sobre el destino del ciclo escolar. Al principio nuestra entidad fue una de las que decidió adelantarse al cierre de escuelas. Luego se dijo que las clases continuarían por medio de la televisión. A partir del 20 de abril comenzó propiamente la estrategia de educación a distancia, al implementarse el programa Aprende en Casa, conformado con recursos como la plataforma Google Classroom o las transmisiones televisivas, en el caso de secundaria, a través del canal Ingenio TV.

A partir de aquí comienzan mis reflexiones sobre esta estrategia de enseñanza. Dichas aportaciones las dividiré en tres partes: en la primera se analiza el significado positivo de la estrategia; en la segunda, obviamente, el lado negativo; para, finalmente, realizar un balance.

Aspectos positivos

Los maestros siempre estamos hablando de innovación: buscando proponer situaciones nuevas que hagan de los procesos de enseñanza y aprendizaje más amenos y agradables para el alumnado. Esta estrategia de educación a distancia, en sí misma, representa una innovación y una forma diferente de efectuar tales procesos. Tanto a docentes, como a discentes, esta modalidad de trabajo nos obligó a actualizarnos y a usar las tecnologías, no solamente para estar mejor comunicados, sino para enseñar y aprender de otra forma, es decir, una manera más novedosa. Si antes le teníamos un poco de desconfianza a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), ahora fue uno de los pocos medios para tratar de lograr los aprendizajes.

Vivimos en un mundo donde la violencia ha permeado a la escuela, lo llamamos bullying y siempre ha existido. Si bien con las tecnologías se da el ciberbullying, esta estrategia de trabajo ha permitido que los alumnos no se agredan al menos físicamente. Tampoco da pie a abusos de otro tipo, como los sexuales, por ejemplo. Es decir, la educación formal presencial ha permitido ciertos tipos de violencia, siendo una de las ventajas de la educación a distancia que los estudiantes estén confinados y no en contacto directo, lo cual ha propiciado lógicamente una disminución de la violencia física en el sistema educativo.

Si dejamos de lado la violencia, tendríamos que hablar de convivencia. El confinamiento permitió que los jóvenes interactuaran más con sus padres y que éstos, en algunos casos, incrementaran su nivel cultural al ser partícipes de las actividades académicas. Pero si nos vamos más allá del mero trato, nos daremos cuenta de que los padres de familia (quienes casi siempre tienen una idea negativa sobre los profesores de sus hijos) se dieron cuenta que la enseñanza no es una tarea fácil y, por ende, es probable que valorarán el gran encomio y dedicación del magisterio. Al mismo tiempo, conocerán mejor a sus hijos: potencialidades, limitantes y áreas de oportunidad. Muchos padres debieron aprender a manejar las TIC al mismo tiempo que sus niños, lo cual es una fortaleza para muchas familias que deben adaptarse al mundo digital.

Los maestros fuimos testigos de muchos alumnos que, a pesar de las circunstancias, demostraron su arrojo al dedicarse con ahínco a cumplir sus responsabilidades escolares. Hubo estudiantes (con E mayúscula) que, contra la adversidad de su contexto, hicieron hasta lo imposible por cumplir en tiempo y forma con las actividades encomendadas por sus profesores, convirtiéndose en ejemplos de perseverancia y motivación. No obstante, situaciones como las mencionadas correspondieron a pocas familias y alumnos, en el contexto en cuestión.

Debe destacarse también de esta experiencia la gestión directiva. Al menos, desde mi trinchera, conté con el liderazgo extraordinario de una directora muy comprometida con una educación de excelencia. A partir de reuniones virtuales se ideó un sistema para que los alumnos no estuvieran todo el tiempo frente al ordenador o el celular. Esta estrategia consistió en que todos los lunes el estudiante anotara las actividades enviadas por medio de Google Classroom, para realizarlas de martes a jueves, y el viernes cargarlas en la plataforma. Como medida para evitar el copiado, se pidió a los estudiantes que escribieran sus trabajos a mano.

Los programas televisivos de la estrategia fueron claros y entretenidos, de hecho, eran los materiales audiovisuales con los que trabajan y aprenden los estudiantes de telesecundaria. Casi siempre se ha concebido a las TIC como un medio para el entretenimiento (redes sociales, blogs, reproductores de música y videos) pero poco para su objetivo didáctico: la búsqueda de información. A mi parecer, esta oportunidad de aprendizaje permitirá valorar a todos los dispositivos electrónicos que conforman las TIC como un medio más para aprender, no sólo para entretenerse.

Aspectos negativos

En la mayoría de estudiantes, la estrategia resultó una utopía llena de acciones bien intencionadas. Ante la apatía y falta de interés de padres y alumnos, que no le dieron ni la seriedad ni la importancia debida, quedó en eso, una mera buena intención, a pesar del diseño de la plataforma y las bondades que permitía. Eso nos lleva a analizar la cruda realidad de la educación a distancia. Por eso, esta segunda parte se enfoca en las implicaciones negativas de la estrategia: es decir, la realidad de la mayoría de los estudiantes.

Un factor negativo fue la falta de cobertura de medios tecnológicos. No todos los alumnos podían acceder a las actividades, por falta de un celular o no poder costear el servicio telefónico. En algunos otros casos, los estudiantes no sabían manejar las aplicaciones. Es conocido que casi todos en México tenemos un celular, pero fue notorio, al menos en los adolescentes, que se ha hecho mal uso de él, basta con entrar a un reproductor de video para darse cuenta de la clase de materiales que los miembros de este grupo de edad consumen a través de las redes sociales.

Por otro lado, la misma falta de visualización de escenarios futuros volvió menos operable la estrategia. Al principio se habló de que regresaríamos a clases el 20 de abril, después de las vacaciones de semanas Santa y Pascua; luego se manejó el primero de junio, lo que tampoco ocurrió; a partir de eso, se habló de una carpeta de evidencias que el alumno llenaría a partir de las actividades propuestas en los materiales audiovisuales que se transmitieron por Ingenio TV.

Otra condición en contra fue el hecho de que en Tecomán (y supongo que en muchos otros lugares) muchas familias no pudieron sintonizar el canal que transmitía el contenido educativo y los pocos que lo hicieron fue a través de transmisiones de pésima calidad. Además, en la plataforma se tenían ciertas actividades que no coincidían con las propuestas en el canal. Por lo anterior, tuve que indicar a mis alumnos, para conciliar ambos medios, que si no podían mandar los trabajos por la plataforma, los realizaran en la carpeta de evidencias (pues se pensaba que regresaríamos a clases al final de la estrategia). En algunos casos, tuve que “forzar” a aquellos con los que mantuve comunicación (que fueron pocos) para que enviaran los trabajos de última hora a la plataforma Google Classroom.

En general, la respuesta de los alumnos fue muy baja. Al principio motivada por la incertidumbre y la falta de credibilidad hacia la estrategia. Muchos no atendieron el llamado de sus maestros (y no por eso reprobaron). Por diversos medios, el estudiantado supo que, aunque no trabajaran, no reprobarían, lo que propició una baja en la participación. Para hacer más efectiva y creíble esta estrategia, hubiera sido conveniente que el alumno conociera algunas consecuencias de no entregar todas las actividades escolares. Aunque muchos estudiantes y padres de familia se quejaron porque “no entendían” los alcances y propósitos de las tareas o la claridad de las instrucciones, algunos simplemente se desentendieron de la actividad escolar, mientras que otros más se molestaron con los docentes por el exceso de tarea.

Si bien es cierto que vivimos en el siglo XXI, en la era de las TIC, es una realidad que hay muchos educandos que no saben operarlas y también, más sorprendente aún, maestros que tampoco. Otra realidad es que existen profesores y estudiantes que no tienen acceso a internet o a una computadora; supe de muchos docentes que tuvieron que endeudarse para tener conectividad. En el sexenio anterior se otorgaron equipos de cómputo a los alumnos de quinto y sexto de primaria, ¿hubo repercusiones positivas en la calidad de la educación a distancia? No lo sabemos. Lo que sí se sabe es que muchos padres de familia vendieron los equipos para comprar alimentos de la canasta básica e inclusive alcohol. Lo anterior evidencia la desigualdad, la disfuncionalidad de las familias del siglo XXI y que un estado paternalista nunca será una solución a los problemas del sector educativo.

La estrategia de educación a distancia me dejó clara una idea: como maestro de adolescentes no se puede ser tan paternalista. Hubo casos de compañeros docentes que estaban sumamente preocupados porque los alumnos cumplieran. ¿Lograron algo con preocuparse? La respuesta es no. Sólo algunos profesores que presionaron a los estudiantes para que cumplieran tuvieron un éxito medianamente satisfactorio. Al principio yo también fui muy condescendiente buscando ser comprensivo, pero conforme avanzó el tiempo y ante varios incidentes con alumnos y padres de familia, opté por limitarme a cumplir mi función: diseñar actividades, materiales educativos y evaluarlos, sin importar si al final el estudiante que no había entregado ni una sola tarea obtendría una calificación aprobatoria.

Los trámites burocráticos aumentaron, se tenía que rendir un informe sobre el funcionamiento de la estrategia, lo cual aumentó exigencias y nivel de estrés. Al final se aplicaron encuestas a docentes, padres de familia y alumnos. En una de ellas, una madre de familia expresó que mis tareas no se entendían. Al evaluar las actividades enviadas por los estudiantes, también pude comprobar que en ocasiones quien realmente aprendió fue el padre de familia y no el alumno, situación que no es exclusiva de la estrategia de educación a distancia.

Existen problemas puntuales en el desempeño de los alumnos en las tareas que dificultan el trabajo educativo a distancia. Desde primaria el alumno se acostumbra a seguir las indicaciones del maestro. Cuando se les pide un trabajo autónomo de análisis y reflexión en el nivel de secundaria (aunque de acuerdo al estadio de las operaciones formales, ya deberían ser capaces) en la mayoría de las ocasiones les cuesta trabajo plasmar en un papel sus pensamientos. Esto se puede atribuir a la falta de costumbre, interés, comprensión y hasta apatía. También podemos mencionar la falta de aptitud para poner por escrito una idea propia; muchas veces quieren copiar textualmente lo escrito en el libro de texto.

Cuando los alumnos ingresan a secundaria están acostumbrados a cierto tipo de actividades que les resultan fáciles y, aunque los docentes de este nivel nos esforzamos por proponer ejercicios novedosos, los jóvenes suelen decir que no los entienden. Lo mismo sucede con la educación en línea, donde las actividades deben ser sencillas y lo más prácticas posible para los estudiantes: una investigación a mano en el cuaderno u otro tipo de propuestas didácticas que resulten ligeras, como cuestionarios de respuesta simple, líneas del tiempo, biografías, etc. Bajo las condiciones de aprendizaje a distancia, trabajos más complejos como los proyectos didácticos resultan difíciles para los alumnos y los padres de familia y son rechazados.

Balance de la estrategia

Realizando un balance entre los aspectos positivos y negativos de este conjunto de medidas, me parece que la estrategia de educación a distancia Aprende en casa ha sido, desde mi experiencia, una serie de buenas intenciones que no lograron los objetivos propuestos, es decir, que el alumno aprendiera. Considero, desde mi perspectiva, que la estrategia fue un fracaso, porque no llegó a todos, ni todos los alumnos cumplieron con las actividades, además de haber generado malestar entre la mayoría de los padres de familia y estudiantes (al menos en la escuela donde laboro). Si somos inteligentes y nos detenemos a reflexionar sobre las experiencias que debemos tomar para situaciones similares para una posterior emergencia como la vivida, entonces tenemos mucho que aprender.

Propongo no sólo flexibilizar las estrategias sino también buscar una diversidad de medios para el logro de los aprendizajes, empleando, por ejemplo, redes sociales como Facebook o WhatsApp. Es necesario capacitar a maestros y alumnos en el uso de plataformas digitales (el espacio de autonomía curricular es una buena oportunidad para ello) y contar con bases de datos con información de los números telefónicos de padres de familia y alumnos. Los libros de texto gratuito tienen más alcance que las tecnologías, por lo que se pudiera incluir un cuaderno de trabajo especial para situaciones como la suscitada.

Si la intención de nuestro sistema educativo es formar para disminuir la desigualdad social, me parece que la estrategia de educación a distancia no ha sido una respuesta: en lugar de nivelar a los estudiantes al alcanzar los estándares curriculares y los aprendizajes clave, probablemente generará una brecha más profunda entre los alumnos que sí tuvieron acceso y los que no. Por lo tanto, esta estrategia me parece un riesgo para la equidad que debe promover la educación.

Finalmente, puedo concluir también que las clases presenciales no pueden ser suplantadas por la educación a distancia, así como un libro jamás podrá ser sustituido por internet. La educación requiere una convivencia sustentada en valores, como lo indica el artículo tercero de nuestra Constitución al hacer mención del carácter humanista de la educación.

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