Amplificando Voces

Gestión directiva en tiempos de COVID-19

Dirigir una escuela siempre ha sido una tarea compleja, llena de exigencias y presiones. Ante la emergencia sanitaria actual, la función directiva parece más complicada de lo que nunca ha sido. Garantizar educación para todos era difícil y se vuelve aún más difícil en este escenario. El capítulo aborda las problemáticas que enfrenta la función directiva y resalta la importancia de atender la situación socioemocional de los involucrados en el proceso educativo. Esta epidemia ha mostrado cuán vulnerable es nuestro sistema educativo, pero también cuán indispensable es la labor docente y la gestión directiva.

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El texto forma parte del libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima, coordinado por Juan Carlos Yáñez y Rogelio Javier Alonso (2020), publicado por Puertabierta Editores y el gobierno del estado de Colima. Se reproduce para el Faro Educativo del INIDE y el sitio del Morral de la Red de Mujeres Unidas por la Educación con el permiso del autor, los coordinadores del libro y los editores.

Eréndira Jiménez Zamora

Dirigir una escuela siempre ha sido una tarea compleja, llena de exigencias y sometida a incalculables presiones. Los directores escolares realizamos gran número de funciones: dirigir procesos de mejora continua, apoyar y acompañar a los docentes, vigilar el cumplimiento de normas, emprender acciones organizativas y administrativas, presidir consejos técnicos escolares, contribuir al desarrollo profesional docente, mejorar la participación de los padres de familia y todas las tareas necesarias para generar un ambiente escolar que favorezca el aprendizaje.

Michael Fullan (2003) nos presenta la dirección escolar como una labor abrumadora, casi imposible de realizar:

Profesor o profesora con poderes mágicos, que puede hacer más con menos recursos, pacificar grupos rivales, incorporar a los que van por la libre, aceptar sin inmutarse interpretaciones malévolas de sus intenciones, aguantar niveles mínimos de apoyo, procesar grandes volúmenes de papel, trabajar horas extras. Él o ella tendrá carta blanca para innovar pero sin gastar dinero adicional, sin tener voz ni voto en el personal que se les asigna y sin herir las suspicacias ni de los de arriba ni de los abajo.

En efecto, la experiencia que he adquirido en la función directiva comprueba las palabras de Fullan. En el sistema educativo mexicano los directores no tenemos voto sobre el personal que se nos asigna y en muchas ocasiones la carga administrativa puede llegar a obstaculizar los procesos de mejora. Desde que llegué al centro donde laboro, nunca hemos recibido algún recurso económico por parte del sistema que facilite nuestra función. Las escuelas vespertinas siempre son las que tienen mayores necesidades y menos apoyos. El retrato de Michael Fullan quizás es excesivo, pero la realidad nos enseña que la función directiva se percibe como ardua y compleja.

El director, como máxima autoridad del plantel, es responsable de hacer de la escuela un espacio donde todos los niños aprendan. Un lugar donde se garantice el derecho a la educación. Los menores no sólo tienen derecho de ir a la escuela, sino además a tener éxito en ella. Para lograr lo anterior, la gestión directiva debe centrarse en los procesos de aprendizaje y en la actuación de todas las personas que contribuyen en éstos. 

Ante la emergencia sanitaria ocasionada por el virus SARS- CoV2, la función directiva parece ser más complicada y compleja que nunca. Los directores hemos tenido que tomar decisiones importantes, motivar al personal docente, ejercer liderazgo transformador, dirigir procesos de enseñanza y aprendizaje a distancia, acompañar a los profesores en la capacitación y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, agilizar la relación con padres de familia, entre otras. Garantizar educación para todos era difícil y se vuelve aún más complicado en este escenario que estamos afrontando por el COVID-19. 

Debido a la emergencia sanitaria, las escuelas dieron continuidad al ciclo escolar por medio de la estrategia Aprende en casa, cuyo propósito principal era brindar educación de calidad a todos los estudiantes de educación básica, a través de las herramientas de Google, programas educativos de radio y televisión, aplicaciones digitales, material impreso, así como la comunicación directa de los docentes con los padres de familia y los alumnos por vía telefónica u otro medio.

En el contexto donde laboro surgieron algunas dificultades con la implementación de la estrategia de educación a distancia que influyeron directamente en la función directiva; por ejemplo, el hecho de que no todos los hogares contaban con las condiciones mínimas para garantizar el acceso igualitario. En muchos lugares las conexiones a internet fueron débiles e inestables. Los niños o los padres de familia, para acceder a internet, se desplazaban a lugares con conexiones inalámbricas gratis o utilizaban datos móviles. Ningún alumno contó con un ordenador en casa y mucho menos con acceso permanente a internet.

Además de las carencias tecnológicas también nos enfrentamos a las humanas. En algunos lamentables casos prevaleció el desinterés por parte de los padres de familia o tutores en participar en la estrategia de educación a distancia. En ocasiones no poseían los conocimientos y/o el tiempo necesario para apoyar a sus hijos en el desarrollo de las actividades. No todos los niños contaron con apoyo para aprender en casa. Incluso hubo algunos a los que no fue posible localizar, porque no estaban actualizados los datos en el directorio escolar.

Por otro lado, además de las carencias tecnológicas y del contexto poco favorecedor, la mayor dificultad a la que nos enfrentamos fue la carga emocional que en algunos casos podría llegar al punto de sentirnos desmotivados o rebasados por la situación.

En una de las reuniones virtuales ante la pregunta ¿cuándo regresaremos a la escuela? Hice una pequeña pausa y respondí, sinceramente, que me temía que no pronto. Después comenté algunos datos sobre la pandemia y que había leído un par de semanas atrás una nota periodística en donde la Universidad de Cambridge (una de las mejores instituciones superiores de medicina en el mundo), había decidido no regresar a clases presenciales hasta el año próximo. La noticia fue como un balde de agua fría en sus rostros. Desde el monitor de mi computadora podría apreciar que había resquebrajado sus esperanzas. Todos querían regresar a la escuela. Esperaban de mí una fecha, no la posibilidad de no regresar en los próximos meses. Incluso, al ver sus rostros, me arrepentí. Por supuesto que intenté motivarlos, pero no puedo asegurar que lo logré ese día

A partir de esa reunión trabajamos educación socioemocional. Después de todo, no era un tema ajeno al colectivo, ya lo habíamos abordado a través del PNCE (Programa Nacional de Convivencia Escolar) en las anteriores reuniones de Consejo Técnico Escolar. Teníamos conocimiento de la importancia de la autoestima y la resolución de conflictos, pero en estos momentos el reconocimiento y manejo de las emociones parecía que nos estaba desbordando. Compartí con ellos algunos videos de especialistas de la UNESCO sobre educación socioemocional en tiempos de COVID-19. Comentamos las sugerencias de los expertos e intentamos ponerlas en práctica. La contingencia nos separó físicamente pero virtual y afectivamente nos unió. Intentamos darle sentido a la pandemia, ver las cosas positivas y brindarnos apoyo constante. Cuando alguien encontraba algo de utilidad lo compartía con el resto. Aprendimos a ponernos en el lugar del otro y a trabajar en equipo para lograr nuestro objetivo: mejorar la educación.

Otro posible problema surgido con la implementación de la estrategia de educación a distancia fue que en el discurso de dar continuidad al ciclo escolar y al programa de estudios vigente se perdió el sentido de la educación, que en palabras de José Gimeno Sacristán se entiende como un proceso de transformación en el que el ser humano menos maduro, poco culto, sin poder aceptar responsabilidades, insuficientemente preparado, sin algunas capacidades o competencias…. se convierte en otra cosa, en otro ser más maduro, más sabio, más capaz de asumir responsabilidades, mejor capacitado para ejercer competencias que antes no tenía (2013, p. 181).

Nuestra misión como escuela siempre ha sido mejorar las capacidades y competencias del alumnado. Hemos hecho grandes esfuerzos por perfeccionar procesos y ofrecer educación de calidad. Sacristán, en su libro En busca del sentido de la educación, menciona cómo hemos hecho de la educación una esperanza de progreso universal a la que no podemos renunciar, pues conduce al ser humano a desarrollarse en libertad para alcanzar autonomía. Valdría la pena valorar si la estrategia de educación a distancia en cada comunidad está favoreciendo la formación de ciudadanos críticos, autónomos y libres. Si las acciones propuestas están contribuyendo a comprender, analizar y afrontar la situación que vivimos. 

Por otro lado, me gustaría señalar que la mayor preocupación de los directores es pensar en el futuro: ¿cómo reabriremos las escuelas? ¿Qué medidas tomaremos? ¿Con qué recursos? ¿El Estado cubrirá las necesidades básicas de higiene? ¿Y si algún niño se contagia? ¿Qué pasará si las escuelas permanecen cerradas?

La Secretaría de Educación del país publicó el Protocolo de Regreso a Clases en la Nueva Normalidad, el cual incluye algunas recomendaciones, como la instalación de filtros sanitarios, sanitización y limpieza de las instalaciones, lavado constante de manos, promoción de la sana distancia, la circulación en un sentido, uso de cubrebocas, entre otras. Cada escuela deberá seguir el protocolo y, además, podrá incluir otras medidas pertinentes para disminuir y evitar la propagación del virus, como evitar que los alumnos compartan materiales, uso de caretas y tapetes sanitizantes a la entrada.

Hasta el momento no hay información respecto a si el Estado brindará recursos a cada plantel para atender las necesidades sanitarias o si cada escuela deberá realizar las acciones para recabar el dinero por medio de contribuciones de los padres de familia o de terceros. Tampoco hay información sobre si los niños contarán con seguridad social y asistencia médica en caso de contagio. Incluso, en algunas escuelas labora personal docente de contrato que carece de servicios de salud.

A pesar de los enormes desafíos y retos que enfrenta la gestión escolar hay algunas consideraciones que me gustaría resaltar y que posiblemente sean beneficiosas para garantizar el derecho a la educación aun en las circunstancias que estamos viviendo. Si las escuelas permanecen cerradas, hemos de modificar y mejorar la estrategia de educación a distancia para garantizar aprendizajes. Sería muy provechoso que en las zonas más vulnerables se facilitara el acceso permanente a internet, por convenio entre las autoridades educativas y las empresas de telecomunicación.

Otra acción que considero fundamental es que desde la función directiva se despierte la sensibilidad en los padres de familia. Si directivos y docentes logran estimular la responsabilidad maternal o paternal y les ayudan a tomar conciencia de su función como primeros educadores, la estrategia de educación a distancia tendrá resultados favorables, porque los padres serán capaces de sintonizar con las necesidades e intereses de sus hijos.

El propósito de la estrategia de educación a distancia no debe ser continuar con el ciclo escolar o con los contenidos del programa de estudios como si nada hubiera cambiado. La intención debe ser acompañar a los alumnos y padres de familia en el proceso de aprendizaje. El lenguaje debe servir para que los niños puedan expresar sus emociones, experiencias, sus preocupaciones, buscar información y así sucesivamente se deberán tejer las diferentes áreas de estudio para favorecer de manera integral aprendizajes significativos.

Ese vínculo entre escuela y familia se mantiene y fortalece con una comunicación constante que oriente y acompañe el proceso de aprendizaje en casa. En ocasiones se piensa que los alumnos no aprenden ahí o que necesitan de la escuela para aprender. El reto no es llevar la escuela a la casa, sino hacer a esta última un lugar óptimo para aprender. Es responsabilidad del director y de los profesores construir y favorecer ese puente.

Antes del coronavirus la capacidad de dirección y liderazgo era un factor importante para el funcionamiento de los centros escolares. Ahora, en la situación que afrontamos por el COVID-19, esas cualidades se vuelven indispensables. Me sirvieron como directora para transmitirles esperanza y optimismo, analizar la situación desde un punto de vista positivo e impulsar en tiempo récord procesos de mejora y transformación. Estábamos conscientes que el reto no era fácil, pero dimos nuestro mayor esfuerzo. Es muy importante que los docentes trabajen en equipo y sientan que los desafíos presentados son superables y que juntos saldrán adelante.

La emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19 puede ser una oportunidad para repensar la realidad escolar, especialmente la gestión escolar. Más allá de lo que se hace y pueda hacer en estas circunstancias y la creatividad desplegada por padres de familia, docentes y niños, es preciso ser realistas. Es necesario trabajar en equipo para favorecer la comunicación con las familias y ofrecer el apoyo y orientaciones necesarias para los pequeños.

La estrategia de aprendizaje a distancia, como cualquier otra, debe proteger el derecho a la educación. Aún en las circunstancias más duras y especiales, se necesita mantener la esperanza en la educación como una herramienta del progreso de las personas y de la sociedad, por medio de la cual se logra la autonomía del pensamiento y la libertad. Tal como lo afirmaba el pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire: “la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a transformar al mundo”.

La función directiva será eficaz y contribuirá al cambio si es capaz de ayudar a encontrar en estas situaciones las respuestas adecuadas a cómo logramos que los niños aprendan, qué deben aprender y por qué debemos hacerlo. El director, en colaboración con los docentes, deberá construir o reconstruir un programa escolar emergente que les permita replantearse los objetivos, metas y acciones que realizarán para ofrecer educación de calidad para todos y las acciones de seguimiento que llevarán a cabo para evaluar y mejorar la estrategia. El reto no es fácil, pero la motivación y nuestras altas expectativas deberán ser nuestras principales fortalezas para no desistir y continuar en la búsqueda de soluciones.

Esta epidemia nos ha mostrado la vulnerabilidad de nuestro sistema educativo, pero también lo indispensable de la labor docente y el trabajo en equipo para la búsqueda de soluciones, así como la necesidad de la gestión directiva para enfrentar situaciones extraordinarias.

Bibliografía

Fullan, M. (2003). The Moral Imperative of School Leadership. Thousand Paks: Corwin Press.

Campo, A. (2010). Herramientas para directores escolares. Madrid: Wol- ters Kluwer España.

Gimeno Sacrista, J. (2013). En busca del sentido de la educación. Ma- drid: Morata.

Santos Guerra, M. A. (2000). La escuela que aprende. Madrid: Morata.

SEP (2017). Una gestión directiva centrada en el aprendizaje. Ciudad de México

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