El texto forma parte del libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima, coordinado por Juan Carlos Yáñez y Rogelio Javier Alonso (2020), publicado por Puertabierta Editores y el gobierno del estado de Colima. Se reproduce para el Faro Educativo del INIDE y el sitio del Morral de la Red de Mujeres Unidas por la Educación con el permiso del autor, los coordinadores del libro y los editores.
Martín Jesús Robles de Anda
Las escuelas del país quedaron vacías el 23 de marzo, cuando la Secretaría de Educación Pública (SEP) determinó suspender las clases presenciales por COVID-19, situación extraordinaria en el mundo, que descubre aspectos de la realidad del sistema educativo en México y muestra la desigualdad de todos los niveles escolares, más aún en la enseñanza básica.
En Colima la situación es muy similar a la del país, pero al ser un estado pequeño, las medidas ante la pandemia pudieron ser más precisas de acuerdo con un contexto muy variante en cada municipio, con distancias cortas, docentes preparados y, sobre todo, gran disposición del magisterio para la formación y el trabajo con una calidad muy bien definida.
En el marco de sus atribuciones, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) presentó un conjunto de sugerencias generales sobre el trabajo educativo a distancia, cuya finalidad es contribuir a las acciones emprendidas por las autoridades educativas del país, los docentes y el conjunto de actores escolares.
La Mejoredu, sin la gran experiencia de su antecesor, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, emitió dicho decálogo para las actividades escolares durante la emergencia sanitaria y solicitó poner especial atención en la población estudiantil sin acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, principalmente en zonas rurales. El organismo también pidió que se trabaje para evitar que los estudiantes abandonen la escuela. Las recomendaciones del decálogo, llamado “10 sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID-19”, se enlistan a continuación:
- Atender con prioridad a quienes no tienen acceso a tecnolo- gías de la información y la comunicación (TIC) o a servicios de telecomunicación o radiodifusión en el hogar.
- Diversificar las alternativas de educación en línea, según los dispositivos disponibles en diferentes contextos y sus condiciones de uso.
- Fortalecer una educación a distancia focalizada, dosificada y que fomente actividades lúdicas.
- Asegurar el aprendizaje necesario para enfrentar la emergencia en un marco de colaboración intersectorial.
- Reconocer la creatividad del magisterio y convocarlo como protagonista de las estrategias educativas durante la emergencia.
- Promover oportunidades de formación y desarrollo profe- sional docente en colectivo.
- Propiciar que las madres y los padres de familia enseñen de acuerdo con sus posibilidades: los hogares no son escuelas, los progenitores no son docentes.
- Promover la formación cívica y ética en casa: equidad, solidaridad, convivencia, juego y desarrollo socioemocional.
- Garantizar la seguridad alimentaria de niñas, niños y adolescentes.
- Prevenir el abandono escolar especialmente en los grupos en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Por la extensión del texto sólo abordaré dos de los puntos anteriores: el I y IX. El primero explica que, frente a la suspensión de actividades en las escuelas, una alternativa clave para continuar con los procesos de enseñanza y aprendizaje es la educación a distancia; el problema es cómo hacer que los estudiantes y padres de familia sin acceso a las tecnologías logren este propósito, sin tener las herramientas, ni el dinero para la compra de datos, ni mucho menos la capacitación para usarlas. Son bastantes las familias que se sienten agobiadas por esta situación ajena a su profesión, forma de vida o trabajo diario.
En esos parajes resalta la importancia de la labor docente. Imaginemos una comunidad muy alejada de las zonas urbanas, con grupos multigrado (de primero a sexto y un solo salón de clases) de 20 alumnos, donde el docente es el motor de su aprendizaje y más aun con el temor de perder la plaza por el abandono escolar de sus alumnos, que prefieren aislarse en casa, comer si hay, jugar y ayudar en las labores domésticas y de trabajo para lograr un mejor ingreso; muy diferente a las zonas urbanas, donde existe mayor conectividad y mejor preparación de los padres de familia.
Un salón de clases tiene su olor característico, chicos inquietos, el sonido de todos, el color y, sobre todo, el compañerismo de sus amigos, de sus pares y para muchos, la única forma de desarrollo socioemocional, más aún si existe violencia intrafamiliar. Es su maestro, que todo lo sabe, quien les apoya de manera profesional y ética, por eso lo extrañan y lo recuerdan; muchos, en más corta edad, le lloran.
La contextualización es necesaria. Recordemos que, de acuerdo con el INEGI, en 2018 se registraron sólo 47 accesos de servicio fijo de internet residencial por cada 100 hogares. Durante 2019, alrededor de 43% de los hogares en México carecía de algún tipo de conexión a internet; en ese mismo año, 43% de la población de seis años o más era usuaria de computadora, 70% de internet y 75% de telefonía móvil.
Estas enormes brechas demuestran que la pandemia generará un abandono escolar significativo en la educación básica, más aún en las comunidades rurales, donde los televisores no están funcionando, carecen de mantenimiento y en varios casos ya no existen por situaciones de robo.
En el año 2019 el 44.3% de los hogares en México contaba con computadora y 92.5% con una televisión, por tal motivo, se debe proponer desde la escuela, por los docentes, formas de trabajar y no de manera central imponer políticas en un país tan desigual. Aquí el maestro debe ser dueño de lo suyo: el proceso de enseñanza-aprendizaje; pero sus alumnos y los padres de familia están estresados, exhaustos, hartos decía uno de ellos, por el envío de las famosas evidencias de aprendizaje: ¡maestro, gracias, eres elemental!
El noveno punto del decálogo pide garantizar la seguridad alimentaria de infantes y adolescentes. Para ello, sugiere que las autoridades educativas, en coordinación con todos los sectores, aprovechen la estructura organizacional que ya existe en las escuelas de las comunidades para implementar estrategias que identifiquen a los estudiantes que, con la pandemia, quedaron en riesgo de no cubrir sus necesidades básicas de alimentación y les provea de alimentos en forma segura. ¿Cómo lograrlo si las autoridades de los centros escolares no están asistiendo por temor al contagio? Evitar el abandono escolar es fundamental, ya que debido a las consecuencias económicas de la emergencia sanitaria podrían obligar a las cabezas de familia a reconsiderar los costos financieros o de oportunidad asociados con la escolarización de sus hijos.
Es aquí donde las autoridades educativas, de los estados, de Colima en particular, deben desarrollar acciones conjuntas para: a) identificar las zonas, localidades y grupos en donde exista un riesgo mayor de interrupción temporal o definitiva de la asistencia escolar; b) recurrir a la diversificación de estrategias para que, durante la emergencia, exista una verdadera alimentación en los alumnos y en esos hogares una opción de enseñanza a distancia; c) conforme pasemos a la mal llamada nueva normalidad, difundir información sobre la importancia del regreso a la escuela para garantizar el derecho a la educación de los niños y adolescentes.
La educación media superior ante el COVID-19
El sábado 9 de febrero del 2019 se presentó el programa de Becas Benito Juárez para 4.1 millones de estudiantes de educación media superior. El presidente Andrés Manuel López Obrador destacó que en este nivel es donde más abandono se presenta y sólo cuatro de cada diez jóvenes logran concluir sus estudios. El abandono escolar se ha convertido en un serio problema, pues los alumnos dejan sus estudios fundamentalmente por causas económicas, atribuibles a dificultades personales, mala relación con sus maestros e inadecuada orientación; pero estamos en junio y estas becas, de gran ayuda, aún no se han entregado.
Con una nueva normalidad instaurada por el COVID-19, los jóvenes se sienten solos, con deseos de dejar sus estudios por un futuro incierto. La falta de sus maestros en gran medida puede ser factor de abandono escolar. La pandemia inició hace algunos meses y los jóvenes no han recibido los 1600 pesos otorgados de manera bimestral; necesarios en este tiempo de crisis, en un semestre donde el abandono escolar es mayor y los gastos de los que egresan se incrementan. Al terminar este párrafo aún no era posible la entrega de este apoyo a los estudiantes, ni su registro en la plataforma para tramitarla.
Los estudiantes y las becas
En un día recibí dos llamadas. La primera del Bachillerato 2 de la Universidad de Colima, que tiene su sede dentro del campus central de la institución; uno de los planteles universitarios más numerosos, con 1,121 estudiantes inscritos en la actualidad, los cuales cursan alguno de los dos programas que se ofertan (Bachillerato General y Analista Programador), con un abandono escolar muy bajo (2.7%), en su mayoría por cambios de plantel. La llamada inicia así: “ya quiero regresar, director”. Me llama un alumno desesperado a las 2 p.m. Sigue:
No puedo estar tanto tiempo encerrado y menos en mi casa, me siento más seguro en el “bachi”, ahí tengo a mis amigos, con ellos convivo, no es lo mismo estar con ellos que verlos por la “compu” y mi celular. ¿Sabe qué extraño, dire? La cafetería, las bromas con mis compañeros, los pasillos de la Universidad, hasta los baños y, sobre todo, porque a mis compañeros los siento alejados. ¿De mi beca qué sabe?
Le contesto: “estamos validando, pronto llegará”. Me dice: “No es el dinero, es salir y ver una actividad en común de mi escuela y sobre todo sentirme de nuevo estudiante”. Le comento “claro que eres estudiante, eres buen alumno y sobre todo eres el futuro del país”. Duramos casi una hora de plática para convencerlo de que no abandonara su “bachi”.
La llamada anterior fue muy diferente al caso de otra institución educativa en Tecomán, el CONALEP 313, con características socioeconómicas de los estudiantes muy diferentes al bachillerato universitario, con una población escolar de 250 estudiantes en carreras de Profesional Técnico Bachiller en Asistente Directivo y de Electricidad Industrial. Instalaciones de mucho mayor calidad que la anterior y un sistema de evaluación real por competencias, con un abandono escolar cercano al 20%, por causas muy diversas, resaltando la situación económica y el rompimiento del tejido social familiar. La llamada es muy temprano, a las 8 a.m., para hacerme varias preguntas: “¿Sabe algo de las becas?, ¿cuándo regresamos?, ¿existe apoyo para sentirme mejor?, ¿sí me puede ayudar, verdad?”.
Después de escucharla, sentí la gran importancia de platicar con nuestros jóvenes estudiantes del nivel medio superior. Si no los escuchamos, se sentirán tristes, solos en el abandono y sobre todo porque, ante esta pandemia, los adolescentes se sienten atrapados y muchos, por desgracia, en hogares con violencia intrafamiliar.
Estos son dos casos, pero habrá muchos. Es urgente tomar medidas para evitar la interrupción educativa y garantizar el acceso a modalidades de aprendizaje permanentes y flexibles, con contenidos adaptables que lleguen a todos los jóvenes en su casa, incluyendo aquellos sin acceso a internet o con discapacidad. Para darle continuidad a la educación de los estudiantes en sus casas, hay que usar todas las herramientas y los canales disponibles, ya sea a través de radio, televisión, internet o celulares.
Sólo podremos enfrentar este reto a través de un esfuerzo conjunto de padres de familia, autoridades, maestros, directivos y la sociedad. Varios países están poniendo en práctica modalidades muy diversas de enseñanza a distancia, incluyendo cursos a través de plataformas digitales. Sin embargo, estos sistemas no garantizan el éxito en un país con desigualdades entre el norte y el sur, la costa y el centro; no todas las familias pueden tener acceso a ellos, especialmente las más vulnerables. Por lo anterior, es prioritario impulsar contenidos accesibles en radio y televisión para los jóvenes del nivel medio superior, principalmente los de bajos recursos, en riesgo de exclusión, sin acceso a internet, con discapacidad, migrantes y de comunidades indígenas donde existen mayores brechas en cuanto a la calidad educativa.
El regreso a clases en medio de la pandemia por el COVID-19 podría significar, para la población estudiantil con menos recursos, el abandono escolar. Como el siguiente ciclo deberá continuar con aprendizaje en línea, muchos jóvenes nos dicen que no van a poder seguir porque no tienen acceso a computadora o a Internet. Un caso dramático es Oaxaca. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, es la segunda entidad del país con menos acceso a internet. El acceso de las familias en esa entidad apenas alcanza el 50%, pero en las comunidades es mucho más bajo.
Los jóvenes de bachillerato en todas sus modalidades reaccionan diferente ante la pandemia, por eso es importante diseñar acciones diversas, por ejemplo: reforzar desde casa sus habilidades socioemocionales, fortalecer la empatía con sus profesores y directivos, generar proyectos de vida para los próximos años, evitar los suicidios y malas prácticas, como el consumo de alcohol y drogas, o conductas nocivas en el uso del internet, como la pornografía.
El abandono escolar en tiempos del coronavirus se une al temor a que la crisis sanitaria pueda convertirse en una crisis educativa para todos los niveles, ante la sombra del abandono escolar temprano. El riesgo de que se reaccione demasiado tarde, por parte de las autoridades, abrirá aún más la brecha digital ya existente, que unida a dificultades familiares, puede aumentar la desigualdad educativa.