Hace un mes, el 7 y 8 de octubre de 2021 se celebró la doceava edición de la Cátedra Pablo Latapí Sarre, cuyo enfoque fue “pensar la educación desde el que aprende”. En esta nota se sintetizan tres segmentos centrales del evento: i) el diálogo entre María Matilde Martínez Benítez (viuda de Latapí) e Hilda Patiño Domínguez titulado “El legado de Pablo Latapí y el asomo a un futuro que no acaba de acercarse”; ii) el panel “Educar para aprender y aprender para educar” en el que participaron Sylvia Schmelkes, Cecilia Fierro Evans y Rosa María Torres Hernández, con la moderación de Juan Carlos Silas Casillas; y, iii) la síntesis del evento y retos a futuro, realizada por Cristina Perales Franco y Laura Angélica Bárcenas Pozos.
El primer diálogo fue introducido por Eiko Gavaldón Oseki, académica de la Universidad Iberoamericana Torreón, quien presentó a las dos participantes y externalizó su gusto por contar con la presencia de la viuda de Pablo Latapí. Enseguida, cedió la palabra a Hilda Patiño, directora del Departamento de Educación de la IBERO Ciudad de México, quien condujo la entrevista sobre los temas de educación que, tanto María Matilde como Pablo Latapí, reflexionaban como pareja.
Hilda Patiño reafirmó que es una fortuna contar con la presencia de María Matilde, quien fue esposa de Pablo durante 32 años. La entrevista inició con una reflexión sobre las afectaciones de la pandemia por COVID-19 para la sociedad en general y cómo a las y los educadores les corresponde enviar un mensaje de esperanza.
Al introducirse en los retos educativos estudiados por Latapí, su método de análisis y propuestas de mejora, María Matilde dijo que el campo académico de Pablo fue siempre la educación en su enfoque político-económico, concibiendo la calidad educativa como una educación que formara el carácter, la inteligencia, los sentimientos y la libertad; en síntesis, “una educación para hacer al hombre bueno, en toda la extensión de la palabra”.
En cuanto a retos se refiere, María Matilde dijo que la motivación principal de Pablo siempre fue la justicia, pues consideraba que a una sociedad de fuertes desigualdades le correspondía un sistema escolar de grandes desigualdades; de ahí que el reto principal sea buscar la eficiencia y la calidad, sin reforzar estas desigualdades. Pablo decía que: “El mundo hoy nos exige tomar una postura, personal y de grupo, a favor de los grupos más oprimidos con todas las consecuencias que esto implica”.
Hilda Patiño hizo hincapié en estos retos en una sociedad tan desigual como la mexicana, con tantos problemas sociales acentuados por la pandemia. Ante esto, María Matilde supuso que Latapí tendría muchas ideas sobre cómo superar esta crisis. Sin duda, este investigador hablaría del gran reto que representa la educación por medio de las nuevas tecnologías, siendo que muchas personas no tienen acceso al internet o computadoras y se pronuncia aún más la brecha de la injusticia social en la educación.
Después de que la viuda de Latapí contara un día común en su vida conjunta, Hilda Patiño refirió que ambas personalidades eran complementarias: tenían una parte intelectual y una parte afectiva; existía una visión macro y un interés por el detalle; Había tanto un compromiso con la persona, como con la sociedad, entendida como un todo. Era la misma fe cristiana, solo vista desde diferentes ángulos.
Con esto en mente, Hilda Patiño preguntó cómo podían mantener esa actitud optimista a lo que Doña Matilde contestó que fue la disciplina que tuvieron de austeridad, de servicio, de renuncia a sus puntos de vista como únicos y de su sentimiento de querer agradar al otro, llegando así a la última pregunta: “¿Cuáles diría que son los rasgos más importantes, los más notables de Pablo?”, a lo que Matilde respondió que el rigor del estudio y la investigación; el orden, claridad y sencillez al exponer; y el respeto hacia otros puntos de vista, otras maneras de ser y de pensar. Agregó que cuando había diferencias, Latapí conservaba la ecuanimidad y la modestia para no imponer su propia perspectiva.
Finalmente, Hilda Patiño destacó que podemos aprender mucho de aspectos del pensamiento y aproximación de Don Pablo Latapí hacia la educación, como el rigor, la disciplina, el orden y el trabajo constante. Comentó que le parece admirable la capacidad que tenía Don Pablo para transmitir todo con claridad, sencillez y respetar la diversidad de pensamiento, además de la vigencia de su pensamiento, especialmente en tiempos de suma complejidad.
El mismo día, se llevó a cabo el panel titulado: “Educar para aprender y aprender para educar” en el cual participaron Sylvia Schmelkes del Valle, Vicerrectora académica de la Universidad Iberoamericana CDMX, Cecilia Fierro Evans, académica de la Universidad Iberoamericana León y Rosa María Torres Hernández, rectora de la Universidad Pedagógica Nacional. En esta ocasión, las participaciones fueron moderadas por Juan Carlos Silas Casillas, académico del ITESO. Silas comenzó presentando a cada una de las participantes, continuó explicando que la división del panel sería en dos grandes bloques principales: por un lado, educar para aprender, entendido como el papel de los educadores; y, por el otro, el aprender para educar, entendido como la formación de las y los educadores y su continua mejora.
El primer bloque, educar para aprender, fue inaugurado por Cecilia Fierro, quien inició su participación diciendo que, a lo largo de sus doce años de existencia, la Cátedra Pablo Latapí ha sido un espacio muy sensible, intenso, profundo y sincero, en donde se han dado momentos de diálogo genuino y significativo gracias a la impronta de Don Pablo. Este investigador, señaló la panelista, reunía un conjunto de cualidades especiales correspondientes a la erudición del experto -mencionado por María Matilde en el diálogo anterior-: la elocuencia del orador de masas, la profundidad reflexiva de un filósofo, la sensibilidad del artista -que le permitía contactar con las situaciones cotidianas de las personas-, la fuerza y el filo de la denuncia asentada en sus convicciones religiosas. Todo esto tenía que ver con la apertura que mostraba Pablo Latapí hacia los cambios que le presentaba la realidad y, en ese mismo ánimo, invitaba a revisar los cambios que demandaba la situación, lo que, sin duda, es necesario en la circunstancia crítica y definitoria que se vive actualmente.
La académica señaló que la pandemia ha representado un verdadero llamado a repensar el sentido de la educación y las tareas que podríamos ubicar como prioritarias, tales como atender la crisis ecológica derivada del modelo extractivista, de competencia y destrucción de la naturaleza concebida como recursos, que pone en claro peligro nuestra supervivencia y la de muchas otras especies del planeta. Esta última, señaló, exhibe los grandes niveles de desigualdad y exclusión, puesto que existen contrastes abrumadores alrededor del mundo, como el que, a pesar de que el continente africano es responsable sólo de 3.8% de las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero enfrenta algunos de los impactos más extremos y agudos del cambio climático global.
Tomando en cuenta este contexto, Fierro Evans dijo que enfrentamos la necesidad imperiosa de replantear nuestro quehacer y retomar una pregunta de la Cátedra del año pasado: “¿Qué tendríamos que aprender, en distintos espacios educativos, para hacer sostenible la vida en la tierra?” Asumiendo que no se trata de cambios cosméticos superficiales, ni funcionales, sino de un cambio que ponga al centro la transformación de las relaciones sociales, las aspiraciones que tenemos y los vínculos que mantenemos con otros seres vivos y la Tierra, la investigadora recalcó la necesidad de superar el antropocentrismo y el dualismo cartesiano que nos ha hecho ver a la Tierra como un otro, un objeto del cual obtenemos beneficios.
Por ello, dijo, uno de los objetivos es reconocer que la sustentabilidad humana y planetaria son una misma por lo que cualquier esfuerzo que continúe separando a los seres humanos del resto del mundo es ilusorio y estéril, y, en este sentido, la educación debe desempeñar un papel central para repensar nuestro lugar y nuestra agencia en este planeta. Esta propuesta puede concretarse en los siguientes puntos:
- Aprender nuestro lugar en el mundo buscando alternativas ecológicamente adecuadas que reconozcan la agencia colectiva y la interdependencia de todos los seres, entidades y fuerzas terrestres. Esta responsabilidad en la interacción y el cuidado que mantenemos con la naturaleza exigiría un replanteamiento muy profundo de la manera en que producimos y consumimos para movernos en dirección de una sobriedad como estilo de vida.
- Afirmar la necesidad de aprender a trabajar con nuestras manos para recuperar el sentido del trabajo físico; sembrar, cosechar, aprender a preparar los alimentos y participar en las labores de cuidado.
- Recuperarnos como personas comunitarias y junto con ello, la diversidad de los modos de vivir y de sentir. Necesitamos una ecología de saberes a partir del conocimiento de los grupos étnicos que han sido excluidos y que justamente tienen el conocimiento que pueden aportar respuestas fundamentales gracias a su diálogo con la Tierra. Es necesario saber colaborar en lugar de competir.
- Recuperar el derecho al aprendizaje situado como medio para construir de forma conjunta mundos más habitables para todos al integrar preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas que se vinculen también con el desarrollo de destrezas culturales básicas necesarias para desenvolvernos en esta sociedad global.
Por su parte, Sylvia Schmelkes reflexionó sobre el docente profesional de la educación, entendido como la persona que más sabe sobre educación y quien tiene más propuestas para mejorarla. Sin embargo, este perfil es, dijo, un horizonte al que se aspira todavía y no una realidad. Para clarificar su visión de lo que se necesita avanzar para contar con un docente profesional, la Vicerrectora académica de la IBERO dijo que:
- El docente profesional requiere un alto nivel de preparación -universitario cuando menos- para su ejercicio; además, en el caso específico de la formación docente, se requiere que esta sea, tanto a nivel de contenidos, como didáctico.
Además, dijo, se requiere el reconocimiento de la sociedad: que se considere la profesión docente como un quehacer necesario que requiere de alta preparación. Al respecto, señaló, que pesar de que este posicionamiento frente a la mirada social ha tenido un avance notorio, también se tiene un camino largo por caminar hacia un círculo virtuoso en el que, a medida que el docente sea más profesional, mayor será su reconocimiento social.
- Un docente profesional también requiere dijo, autonomía de práctica, pudiendo tomar decisiones profesionales dependiendo del contexto, situación y/o momento histórico en el que se encuentre, así como la situación específica de aquellos con quienes está interactuando, considerando que, hasta este momento, se trata de una autonomía insuficiente.
- Se requieren además asociaciones profesionales libres, que son agrupaciones gremiales en torno al quehacer profesional diverso, pues hasta ahora ha habido una monopolización del gremio por los sindicatos que, si bien son agrupaciones que legítimamente defienden derechos laborales, no son asociaciones profesionales.
- Otro elemento importante es la formación continua, ya que todo profesional debe seguir construyendo sus conocimientos y habilidades a lo largo de la vida; en el caso de la docencia, la formación universitaria no sería la culminación, sino el inicio de un proceso formativo.
- Habló también de la evaluación, pues todo profesional tiene que ser evaluado. Aunque ello, dijo, es hoy un tema polémico y no hay esfuerzos sostenidos en la materia, especialmente porque toda la política de evaluación de docentes fracasó -debido a razones sumamente complejas.
- Al hablar del docente profesional dijo que su quehacer debe estar orientado, centralmente, a sus estudiantes, pero también a la comunidad. De aquí deriva parte del reconocimiento discutido en la segunda característica. La pandemia, por ejemplo, hizo que las madres y padres de familia se involucraran más en la educación, teniendo que apoyar en mayor medida a los cuerpos docentes desde sus casas, lo que suscitó que se dieran cuenta de la labor que hace realmente el profesorado; este acercamiento no se había dado antes y debería saberse aprovechar.
- Casi para terminar esa caracterización señaló que un docente profesional se compromete con su escuela y no limita su actividad profesional a las cuatro paredes del aula y el grupo que tiene enfrente, sino que reconoce que es parte de toda una comunidad que tiene su propio proceso de desarrollo.
- Finalmente, dijo, toda profesión tiene un código de ética formal, carente en el país; es necesario definir un código que no sea tácito, sino que sea explícito.
Schmelkes concluyó su primera intervención diciendo que el movimiento hacia la profesionalización del docente requiere del fortalecimiento de todos los avances que sí se han hecho, pero ello tiene que partir del mismo magisterio con el apoyo del Estado, de la academia y de la sociedad en general. Tiene que ser un movimiento que nazca de una necesidad sentida por el propio magisterio, que arranque un proceso que conlleve a construir en al menos estos nueve puntos.
La primera parte del panel fue concluida por Rosa María Torres, quien señaló que la obra de Latapí aporta elementos para abordar la preocupación por la formación del docente y el papel que juega en ella el aprendizaje. En ese sentido, se trata de una inquietud por renovar el significado de la profesión docente. Entre las ideas retomadas de la obra de Latapí, la directora de la UPN mencionó que el aprendizaje de las y los profesores se da por la práctica diaria y se genera por la interacción con otros maestros, además de los propios aprendizajes como madres y padres de familia.
Dijo también que aprender implica hacerse vulnerable y asumir el riesgo, dejar las seguridades. Comentó que las ideas y propuestas de Latapí nos brindan una gran oportunidad de repensar las formas de aprendizaje de las y los profesores a luz de la experiencia de la educación a la distancia, en condiciones de emergencia. De igual manera, dijo que hoy se presenta la posibilidad de prestar atención a la escuela como una institución democrática donde, por pasión y por amor, se producen momentos de igualdad y se trabaja por una nueva sociedad. Concluyó planteando tres preguntas que permiten pensar el aquí y el ahora: i) ¿Cómo aprender en los tiempos de crisis?; ii) ¿Cuáles son los nuevos aprendizajes?; y, iii) ¿Qué potencial tienen esos aprendizajes para lo que llamaríamos “el día después de la pandemia?”
Acto seguido, Juan Carlos Silas presentó la segunda parte del panel que abarcó una discusión sobre el aprender para educar, entendido como la formación de los formadores para ayudar a sus estudiantes y a la comunidad. Silas dio la palabra a Sylvia Schmelkes, quien habló de los deberes de un docente profesional resaltando tres aspectos fundamentales:
- La toma de decisiones curriculares por ser un trabajo de aula, dentro de un sistema educativo que se supone que confía en él o la docente, ya que fue este mismo sistema el que le educó para aprender y no tenerle confianza sería un “sinsentido”. Si no se puede trabajar sobre el currículo desde el interior del aula, es muy difícil hacer que la educación sea significativa y relevante
- Un profesional de la enseñanza necesita seguirse formando, educando para aprender y debe seguir aprendiendo para educar. La mejor manera para seguir formándose en el ejercicio profesional no es necesariamente cursar una maestría, sino que encuentre su función dentro de su propia práctica, es decir, qué es aquello que le funciona y qué es aquello que no le funciona. El maestro debe reflexionar por qué no puede cumplir sus metas, para así replantear y continuar su formación para lograr alcanzar sus objetivos. Debe tener una carrera profesional y seguir experimentando con nuevas formas de enseñar.
- Una valoración y reformación a fondo de la educación inicial docente que asegure que las disciplinas del currículo se dominen con una destreza pedagógica y que favorezca el espíritu crítico y la creatividad, sea valoral e integral, que reconozca la diversidad y que apoye la autonomía de la práctica.
La Vicerrectora añadió que la pandemia permitió ver que debemos priorizar el aprendizaje y lo enseñado en función del contexto del estudiantado, de su capacidad para despertar el asombro, los intereses y sus necesidades. Otra de las cosas que reflexionó fue que, durante el confinamiento, nos hizo falta la convivencia como una manera en sí misma de aprender; nos dimos cuenta de la falta que nos hace y ahora realmente reconocemos que la escuela también forma en valores y que esa formación es tanto o más importante que la de tipo académico, ya que construye competencias como el respeto, la interculturalidad, la sustentabilidad, la paz y la democracia como forma de gobierno y de vida.
Añadió el vínculo con la comunidad y con las familias que se acentuó durante la pandemia, esperando que no se pierda mientras se vuelve a las aulas, para lo cual es necesario un sistema educativo que apoye aquellas decisiones que esté tomando el cuerpo docente y que aporte los insumos necesarios, de forma que haya un sistema cercano a la escuela que funja más como un acompañamiento de apoyo que como uno de control.
Llegando a este punto, Rosa María Torres retomó los temas relacionados con la pandemia y tratados en su intervención anterior. Dijo que las y los maestros se vieron comprometidos a realizar un cúmulo de actividades y privilegiar la evidencia de enseñanza durante este periodo, tal vez en continuidad de un sistema que prioriza la supervisión y el control, frente a lo sustantivo de la docencia que es el amor al mundo de la nueva generación. Cerró su intervención haciendo una reflexión respecto a que la práctica docente es de necesidad colectiva y no individual, lo que revitaliza la idea de construir colectivos de docentes que capitalicen el cúmulo de experiencias y situaciones creativas que se despegaron en este periodo de crisis.
Por su parte, Cecilia Fierro retomó la idea de que la pandemia dio un golpe de gracia a la educación al abrir la puerta de la escuela, en donde el trabajo de las madres, los padres y la gente que circula alrededor de los centros escolares se hizo visible y se hizo evidente que la escuela no es un edificio, sino un conjunto de múltiples relaciones que se han ido transformando a lo largo de la historia; es un tejido, dijo, donde todos construyen su visión del mundo.
Habló también de la emergencia y de la vulnerabilidad compartida que han colocado a la dimensión socioemocional y la capacidad de agencia para adaptarse a las circunstancias con estrategias, propuestas, etcétera, lo que a su vez refuerza la necesidad de autonomía previamente mencionada por Schmelkes y Torres. De lo anterior, Fierro desprendió tres puntos en los que considera nos tendríamos que enfocar para acompañar a las y los docentes:
- Dar voz seria y responsable al profesorado, ofreciendo espacios libres de demagogia que recuperen su palabra, su experiencia y preocupaciones, aprendiendo de sus iniciativas, sugerencias y ajustes.
- Recuperar el corazón del quehacer docente que es el vínculo pedagógico, lo cual implica construir nuevos ecosistemas de aprendizaje desde un enfoque comunitario que convoque a estudiantes, docentes, directivos y familias.
- Reenfocar y desatar -literalmente- el currículo, para transformarlo en favor de un aprendizaje situado, autónomo, que conecte las preocupaciones prácticas con conocimientos locales y busque el fortalecimiento del aprendizaje escolar, acelerado por la integralidad del aprendizaje comunitario.
Para finalizar, resaltó la importancia de las redes entre profesores para acompañarse, compartir preguntas, recursos y más aspectos que juegan un papel sumamente importante dentro de la tarea pedagógica.
El 08 de octubre de 2021 tuvo lugar el segundo día de la XII Cátedra Pablo Latapí Sarre y para finalizar esta edición de la Cátedra se presentó una síntesis y reflexión de algunos retos a futuro. Al comenzar con esta tarea, Cristina Perales, académica de tiempo completo del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la IBERO (INIDE), comentó que las exposiciones y conversaciones del primer día dieron la pauta para situar el legado de Pablo Latapí en una lógica del educar poniendo al centro a quien aprende, lo que necesariamente significa la contextualización del proceso.
Mencionó que durante la jornada se trabajaron importantes aspectos sobre la identidad y el rol docente, las condiciones que permiten a las y los maestros realizar su trabajo, los fines sociales de esta labor, y la relevancia del ejemplo y la congruencia. Continuó explicando que, en la inauguración de la Cátedra, el maestro Juan Luis Hernández Avendaño, director de la Universidad Iberoamericana Torreón, destacó rasgos centrales del trabajo realizado por Latapí e invitó a entender cómo esta Cátedra puede ser primordial para situar el destino de la educación en la justicia social e imaginar la educación que el s.XXI reclama.
A ello siguió, dijo, la conferencia magistral impartida por José Leonardo Rincón Contreras, sacerdote jesuita y administrador de la provincial de la compañía de Jesús en Colombia. De esta, Perales destacó que Rincón argumentó que se necesitan educadores, pero no porque exista un número insuficiente de profesionales de la educación, sino porque hacen falta educadores auténticos. Explicó que existen diferencias entre docentes, profesores y maestros. Los docentes son aquellos que se enfocan en transmitir conocimientos, que cumplen, pero no les interesa el proceso de aprendizaje de sus estudiantes. Los profesores son docentes, pero además profesan un gusto por lo que enseñan, poniendo color y sabor a las clases. Contrario a estos dos, los verdaderos maestros son los que no sólo cumplen y profesan lo que enseñan, sino que consideran importantes a cada uno de sus estudiantes, los conocen y hablan con ellos y se apasionan contagiosamente, siendo, por lo tanto, personas con vocación.
En lo que refiere al diálogo entre María Matilde, viuda de Pablo Latapí e Hilda Patiño, directora del Departamento de educación de la IBERO Ciudad de México, Perales recuperó la presentación de un bello retrato íntimo de Pablo y Matilde -presentada en la primera parte de esta nota-, que ilustró cómo sus vidas estuvieron dedicadas al servicio de las otras personas desde una perspectiva de justicia, fines educativos necesarios para el país.
Con esto, llegó al diálogo en el que participaron Sylvia Schmelkes del Valle, Cecilia Fierro Evans, y Rosa María Torres Hernández, quienes dijo plantearon profundas ideas sobre los fines de la educación, la situación de las y los docentes y las vías necesarias para transformar el sistema educativo. Cristina Perales concluyó su síntesis que la primera parte de la Cátedra comentando que se tuvieron una serie de aproximaciones que dan luz a viejos problemas de la educación en nuevas circunstancias para la labor de maestras, maestros e investigadores educativos y que inspiran y consolidan el compromiso de una labor orientada por y hacia la justicia social.
Para complementar la síntesis, Laura Bárcenas, académica de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana Puebla, inició con la síntesis del seminario-taller que se tituló “¿Cómo aprenden ahora los maestros?” impartido por Miguel Bazdresch Parada, coordinador de Innovación, desarrollo y experimentación académica en el ITESO. La dinámica de este espacio buscó que las y los participantes expusieran sus perspectivas sobre cómo aprenden los maestros, mientras el facilitador planteaba preguntas y enlazaba sus propias ideas. Entre las reflexiones surgidas en el marco del taller, dijo, se destacan las siguientes:
- Hacerse maestro es una tarea que no termina, todo el tiempo nos estamos construyendo como profesores.
- Ser docente es ser invitado a entrar en el alma de una persona.
- Seguir viviendo en las experiencias para seguir creciendo.
- La conciencia del mundo emocional está en juego cuando hacemos docencia: no debemos perder de vista que estamos trabajando con estas partes más emocionales e internas de las y los estudiantes.
- Hubo casi un consenso respecto a que se aprende a ser docentes más la práctica, que en la formación inicial.
- Se construye una comunidad entre profesores pares que posibilita el aprendizaje mutuo.
- Existen condiciones para seguir aprendiendo a ser maestro, pero hay que querer aprenderlo, utilizando la frase: “Hay que querer, queriendo”.
Con base en lo anterior, Bárcenas comentó que le pareció interesante que durante la Cátedra se hablara sobre la necesidad de no regresar a la “normalidad” conocida anteriormente, haciendo las cosas como se hacían antes de la pandemia. Posteriormente, elaboró una síntesis del segundo día de la Cátedra, que abrió con el panel titulado “Tres centenarios y una problemática común” con tres académicos del ITESO Guillermo Díaz Muñoz, Enrique Luengo González y Juan Carlos Silas Casillas, como participantes, y con Rosario León Medina, de la IBERO CDMX-Tijuana, como moderadora.
Enrique Luengo, dijo, se centró en la teoría de la complejidad de Edgar Morín, quien ve a la educación como un proceso que puede ayudar a modificar la realidad, hablando de educación familiar, comunitaria e, incluso, planetaria. Mientras tanto, Guillermo Díaz retomó la educación popular de Freire planteando siete de sus puntos centrales: i) aprendizaje sobre el mundo y la palabra; ii) aprendizaje liberador; iii) aprendizaje dialógico; iv) aprendizaje esperanzador; v) aprendizaje para la transformación; vi) aprendizaje creativo; y, vii) aprendizaje humanizador. Juan Carlos Silas, por su parte, recuperó el pensamiento de Kropotki sobre apoyo mutuo, libre acuerdo y participación social.
En la segunda parte del panel se planteó la pregunta: “¿Cómo aprender de las ideas de estos tres pensadores?”. Al respecto, Enrique Luengo dijo que Morín establece en su libro “Los siete saberes para la educación del futuro” una propuesta de aprendizaje para la incertidumbre, ideal para responder a los retos del siglo XXI. También habló del libro “La cabeza bien puesta” que abarca la complejidad de la problemática educativa y hace propuestas de reformas necesarias para revolucionar la educación y orientar acciones que den respuesta a los docentes inconformes con cómo se opera la educación oficial. En síntesis, dijo, se trata de aprender y enseñar en la complejidad. Juan Carlos enfatizó que Kropotkin nos hace ver que todo puede transformarse desde la escuela actual, siendo fundamental el vínculo entre la práctica y la teoría en los procesos educativos.
Guillermo Díaz señaló, por su parte, que el pensamiento de Freire permite ver que el punto de partida es la realidad; hay que pensar la injusticia, la discriminación y la exclusión; construir el empoderamiento social de los de abajo; construir mediaciones desde la negociación entre formadores informados, a través del diálogo de saberes; considerar a la cultura a través de la interculturalidad y la transculturalidad; propiciar procesos de autoformación y transformación, a partir de las subjetividades críticas; pensar en los saberes prácticos y teóricos que favorezcan la transformación; generar la producción de conocimiento que tenga como foco la transformación social y educativa; y educar para la vida. En otras palabras, Freire nos exige una posición ética y política para pensar desde los grupos que están más afectados.
Respecto a la síntesis del segundo panel del día, en el que participaron Marianna Gali de la Universidad Católica de Córdoba (Argentina), Tatiana Rojas Ospina de la Universidad Javeriana de Cali (Colombia), Ingrid Ambrossi de la Universidad Rafael Landívar (Guatemala) y Luz María Stella Moreno Medrano, directora del INIDE (México), Bárcenas recordó que se planteó la pregunta eje: ¿Cómo aprendemos desde nuestras Universidades AUSJAL (Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina)?
Al respecto, dijo, Mariana Gali mencionó que los retos de la pandemia generaron que, de un día a otro, tuviéramos que aprender a utilizar la tecnología como espacios educativos y no sólo repositorios; en este tiempo, dijo, nos dimos cuenta de que no todos los estudiantes cuentan con las condiciones óptimas para aprender a distancia, ya que unos tenían que compartir los dispositivos y los espacios, por lo que educar en la pandemia ha sido todo un desafío y el contexto actual nos ha mostrado que tenemos muchas vulnerabilidades. Nosotros como educadores tenemos que pensar en el estudiantado y cómo está viviendo la contingencia. En el mismo sentido, Gali habló sobre la responsabilidad social universitaria que requirió de mucha creatividad para responder a los retos de la pandemia dese todas las instituciones de América Latina, una región con comunidades profundamente desfavorecidas.
Asimismo, Ingrid Ambrossi señaló que es fundamental usar adecuadamente los medios para crear redes de colaboración y aprendizaje, además de aplicar la cultura del cuidado, mantener la creatividad y adaptarse a las nuevas condiciones pandémicas, siendo fundamental el acompañar la comunidad en diversos ámbitos y favorecer los vínculos alumno-docente. Finalmente, a manera de cierre, Luz María Moreno comentó la necesidad de repensar nuestros planes de estudio, conocer a la otra persona para el bien común y para complementarnos. Son muchos los escenarios que se vislumbran y no regresaremos a la normalidad, por ello hay que cuestionarnos nuestras prácticas y detenernos a pensar lo que hacemos.
Para concluir con la síntesis Perales y Bárcenas mencionaron seis retos que les parecen fundamentales tener en cuenta para esta y futuras ediciones de la Cátedra:
- Existe una necesidad de no querer regresar a lo que teníamos antes de la pandemia y tomar ventaja de las nuevas oportunidades.
- Aprovechar muy bien la oportunidad que dio la pandemia para repensar los procesos educativos, formales y no formales. Salir de la estructura rígida que da la Secretaría de Educación Pública (SEP) y encontrar la forma de romperla, no sólo para las universidades, sino para la educación en general.
- Centrarnos en las relaciones educativas: que se tenga en la mira la dignidad y el reconocimiento de las experiencias de vida de las y los participantes. Las dicotomías que reflejan cuestiones clasistas y racistas de exclusión necesitan ser deconstruidas y transformadas.
- Decidir y actuar sistemática y complejamente por la equidad educativa: entender las inequidades educativas, tanto a nivel micro, como macro, para plantear acciones en diferentes niveles, con distintas personas involucradas para el logro de esa equidad educativa.
- Redefinir los fines de educación con relación a la justicia educativa y la supervivencia planetaria.
- Reflexionar con seriedad la forma de atender la brecha tan amplia de inequidad, que ya existía, pero se vio exacerbada con la pandemia.
Perales y Bárcenas plantearon también pensar en lo siguiente: ¿Cómo podríamos pensar en relaciones de enseñanza y aprendizaje desde esa experiencia colectiva que, más que separar a los actores que participan, los unan en relaciones de co-aprendizaje y co-enseñanza hacia un fin común?
Desde el Faro Educativo, nos sumamos a esta inquietud y proponemos otras preguntas para seguir reflexionando sobre lo abordado en esta Cátedra anual que es un pilar para el Sistema Universitario Jesuita:
- ¿Qué procesos de empoderamiento deberían vivir las y los docentes -antes, durante o después de su formación inicial- para constituirse como una maestra o maestro con vocación?
- Con base en lo reflexionado durante la cátedra, ¿qué características debe tener un “buen docente” y qué políticas necesitamos para fortalecer la formación inicial y continua de los docentes y su trabajo frente a grupo?
- ¿En qué otros ejes de política educativa se requieren trabajar para que las y los docentes cuenten con las condiciones necesarias para centrarse en el aprendizaje integral, contextualizado y significativo?
¡Acompáñanos a observar (y a discutir) las políticas educativas!